¿Qué es la culpa bíblica? – Las cinco palabras del Evangelio #3

por | Abr 30, 2019 | Spanish

En los dos últimos artículos de “Las cinco palabras del Evangelio”, examinamos los temas del pecado y el juicio. Aprendimos que el pecado significa «errar el blanco» de los estándares de Dios y que, debido a que hemos fallado, hay consecuencias. Hoy veremos nuestra respuesta adecuada a este conocimiento a través del tema de la culpa.

¿Qué es la culpa?

Entonces, ¿cómo definimos la culpa? Dictionary.com define la culpa como «un sentimiento de responsabilidad o remordimiento por alguna ofensa, crimen, mal, etc., ya sea real o imaginado». Esta es una buena definición secular, pero si vamos a hablar de culpa bíblica, podríamos usar una definición apegada a las Escrituras. Entonces, para este artículo, definiremos la culpa como «una convicción de la realidad de que uno no ha alcanzado con el estándar de Dios a través de sus acciones egoístas».

¿Por qué es importante la culpa?

La culpa es una parte crucial de la experiencia de la salvación. Sin el sentimiento de culpa, uno no puede reconocer su pecaminosidad. Y sin el reconocimiento de su pecado, no hay reconocimiento de la necesidad de un salvador. Como resultado, las personas a menudo consideran que son lo suficientemente buenas para llegar al cielo, pero este pensamiento no coincide con la realidad de la situación. El hombre natural no piensa como Dios piensa, y debido a esto, para ver la situación correctamente, necesita un cambio de perspectiva que solo puede venir a través de la experiencia de la culpa. Entonces la pregunta es: ¿de dónde viene esta culpa? Bueno, la respuesta es que la culpa proviene de nuestra conciencia, nuestro código moral dado por Dios.

¿Para qué sirve la culpa?

La conciencia es un fenómeno misterioso para muchos. Todos nacemos con conciencia (aunque algunos discutirán este punto) y todos saben lo que es. La conciencia es difícil de explicar desde un punto de vista naturalista secular porque va en contra de los conceptos básicos de la evolución. La evolución enseña que las criaturas evolucionan a través de la selección natural de una manera que en última instancia beneficia su supervivencia, sin embargo, la conciencia puede ser autodestructiva y animar a las personas a ponerse en peligro para ayudar a otra persona. Aquí es donde los científicos tienen dificultades para explicar cómo llegó a existir la conciencia. ¿Por qué sería más probable que una criatura que está dispuesta a morir por otra persona lleve sus genes? Naturalmente, es contraintuitivo, pero con una creencia en Dios y una comprensión de su Palabra, podemos reconocer que la conciencia no es un constructo de tiempo y circunstancia, sino el resultado de que Dios puso su código moral en la mente de cada humano. Esto incluso se demuestra en las Escrituras:

Romanos 2: 14-15

Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios».

¿Qué dice la Biblia acerca de la culpa?

Nuestra conciencia juega un papel similar a la Ley que Dios le dio a los israelitas. Así como la ley estableció las reglas de Dios para vivir por escrito, la conciencia pone la ley de Dios en la mente de cada hombre. Nos dice qué es aprobado por Dios y qué es condenado por Dios. ¿Por qué es que cuando robamos una barra de chocolate cuando éramos niños teníamos el deseo innato de ocultar nuestras acciones? ¿Por qué cuando tratamos mal a alguien y nos damos cuenta después, nos sentimos culpables? La respuesta es que nuestra conciencia nos condena a través de esa culpa.

Aunque nuestra conciencia nos hace sentir culpables, también se puede cauterizar por las repetidas ofensas que cometemos. Esto se observa en 1 Timoteo 4:2 donde habla de personas crónicamente mentirosas en hipocresía porque su conciencia ha sido «cauterizada». Para que podamos ver que nuestra conciencia puede ser menos efectiva de como estaba en el nacimiento. Aunque la conciencia se debilita, aún nos condena por las cosas que aún no han sido cauterizadas. Es esta condenación la que nos ayuda a reconocer nuestra pecaminosidad y nuestra necesidad de Dios. Sin la conciencia, cuando escuchamos el mensaje del Evangelio, pensamos que «soy lo suficientemente bueno, soy una buena persona», pero la verdad es que estamos cauterizados del reconocimiento de nuestra pecaminosidad. Sólo en un corazón blando, quebrantado y lleno de culpa es donde la conciencia puede hacer su trabajo de convicción. Mientras más amargados, enojados y ensimismados nos ponemos, más nuestra conciencia es cauterizada y más empezamos a perder la convicción por nuestra maldad. Incluso podría decir que comenzamos a perder nuestra humanidad. Comenzamos a preocuparnos menos por lo que otros piensan, consideramos las opiniones y preocupaciones de otras personas como no relevantes, y nos enfocamos completamente en lo que nos mueve hacia adelante incluso si es a expensas de los demás. ¡Oye, es solo la «supervivencia del más fuerte» después de todo!

Judas dice acerca de estas personas que son los que “blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.” Continúa diciendo que ellos siguen sus deseos carnales. Buscan dinero, placeres sexuales, quejarse, son arrogantes y manipulan a las personas para su propia ganancia egoísta. Este es el final de quien cauteriza su conciencia: Total, y absoluta depravación. Viven en búsqueda del próximo estímulo para obtener solo una pizca más de felicidad y de esa forma sobrevivir otro día, usualmente a costa de aquellos a su alrededor. Esta es la base del hombre pecador, un camino de impiedad que termina en destrucción. Y lo que da miedo es que esta impiedad vive dentro de todos nosotros.

Entonces, la conciencia revela esta falta de Dios que está en nosotros y, como resultado, nuestra necesidad de Dios en nuestras vidas. Pero saber que necesitamos a Dios no es suficiente. El conocimiento no significa cambio, aún hay más cosas que tienen que suceder. Tenemos que elegir una de dos opciones: Podemos escoger vivir nuestras vidas culposas hasta que eventualmente la culpa es cauterizada o podemos escoger el reconocer nuestra impiedad y buscar de Dios. Esta es la esperanza que tenemos para nuestra condición pecaminosa. No necesitamos vivir nuestras vidas bajo la culpa y el remordimiento. Podemos buscar a Dios, poner nuestra culpa sobre Él y liberarnos de la esclavitud de nuestras vidas llenas de culpa. Esta es la verdadera salvación del hombre.

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